domingo, 11 de abril de 2010

La presentación de la persona en la vida cotidiana

Alguna vez leí a Erving Goffman. No recuerdo muy bien para qué, ni qué era lo que el tipo intentaba explicar. Lo único que me quedó de este autor es la idea de que interpretamos papeles en nuestra vida cotidiana. Y me pareció (y me sigue pareciendo) terriblemente cierto.
Uno no es uno mismo todo el tiempo. Interpretamos infinidad de papeles o roles, tantos como vínculos sociales tenemos. Con nuestros padres somos los hijos que ellos tanto desean o todo lo contrario. Con nuestras parejas somos (o deseamos ser) todo lo que ellas quieren. Con nuestros amigos somos aquellas personas que los hacen reír y les dan un consejo cuando lo necesitan. En nuestros trabajos, con nuestros superiores tratamos de ser eficaces y sobresalientes...
Pero el papel más interesante que uno interpreta se presenta cuando uno está solo con uno mismo. Y es que quizás, este es el único momento en el que no interpretamos ningun papel sino que somos realmente lo que somos, plenamente. Porque, si bien nuestros alter-egos siempre están juzgándonos y/o justificándonos, no nos guardamos nada para con nosotros mismos. Todo aquello que ocultamos a nuestros vínculos sociales, por miedo a la exposición y/o al rechazo, lo disfrutamos en la segura intimidad de nuestras cabezas: nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestras fantasías, nuestros miedos, nuestros odios, nuestros amores...
Y creo que es aquélla persona íntima e inalcanzable la que se disuelve, se ramifica y se proyecta en cada uno de los papeles que interpretamos frente y para a los otros. Porque compartimos nuestros miedos con ciertas personas, no con todas. Lo mismo sucede con nuestros odios y amores.
Y porque estoy seguro que el que escribe esto no soy yo plenamente, ni aquello que estoy escribiendo está dirigido a todo el mundo. Si no a vos.

No hay comentarios: