martes, 27 de diciembre de 2011

La Nada

Terror.

Una noche, mientras me duchaba, me puse a pensar en La Nada.

Imaginé la gran explosión. La creación del espacio y del tiempo. La nubes de gases que se esparcen en el vacío, creando las galaxias y las estrellas. Los planetas y sus lunas. Un Universo en rápida expansión.

La vida brotando a lo largo y a lo ancho del espacio. Un pequeño planeta lleno de agua. Un punto azul. Unos pequeños organismos. Las plantas. Los animales. Los humanos. La familia, la tecnología, Dios, la guerra, la historia, la televisión, la bomba atómica, los viajes espaciales, Internet.

Imaginé un Universo que detiene su expansión y que empieza a derrumbarse sobre sí mismo. Galaxias y estrellas que colisionan unas contra otras. La vuelta al punto donde todo comenzó y La Nada.

El gris de La Nada misma. El insoportable gris de la completa ausencia de la luz y de la oscuridad. La eternidad del tiempo sin espacio y del espacio sin tiempo. No hay presente ni futuro. Ni siquiera hay fantasmas del pasado porque no hay espacio para nada. Ni vacío. No hay voces ni ecos. No hay Historia. Ni música. Ni cine. No hay sexo. Ni mis amigos. Ni las chicas que amé. No hay complicidades con mis hermanos. Ni la mirada de mi viejo. Ni la sonrisa de mi vieja. Ni los abrazos de mis sobrinas. Todo perdido en La Nada. En un punto absolutamente quieto, sin retorno. Muerto.

E imaginé la inútil existencia de todo un universo creado para desaparecer. Mientras el tiempo seguía dirigiéndose a su propio fin. Mientras seguía encerrado en el baño. Aterrorizado.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Ella

Yo te prefiero fuera de foco, inalcanzable.

El mensaje. La hora. Tardísimo. La ropa. El camino. La plata. Los guardias. Las luces. La música a todo volumen. Indescifrable. La búsqueda. La cerveza. Un amigo. Un conocido en realidad. Y ella cerca. Me mira. La miro. Me saluda. La felicito por su cumpleaños. Me da un beso en la mejilla. En el beso le toco delicadamente la espalda. Está toda sudada. Hace calor. Bailamos. Cantamos, aunque no conozco la mayoría de las letras. No tomé lo suficiente. Estoy muy callado y rígido. Charlamos lo que la música a todo volumen permite. Odio la situación. No estoy cómodo. Ella intenta divertirme. Yo me pierdo en sus ojos. Esos ojos que me enamoraron tiempo atrás. Ojos que encontré en un colectivo. Ambos éramos más jóvenes. Su juventud me flechó. Y sus ojos. Que buscaba en todos los viajes. Y los encontraba. Y me encontraban. Y un día se sentaron a mi lado. Y mi corazón no paraba de latir. Y yo no paraba de mirarla para ver si me estaba observando. Y me miraba. Y yo volvía a la música en mis oídos. No tenía valor para hablarle. Nunca tuve. La música brotaba de un reproductor portátil de discos compactos. Anacrónico para el momento. Persiana americana. Yo te prefiero. Fuera de foco. Inalcanzable. Y me preguntó si me gustaba Soda Stereo. Me leyó los labios. Y la saludé. Y hablamos de música. Le pregunté si estaba de novia. Me dijo que no. Yo sí lo estaba. Se terminó el viaje y la amé secretamente por años. Años negros. Y ahora la tengo adelante. Y me canta una cumbia o un cuarteto. No lo sé. Es una canción de amor. Parece. Y me mira a los ojos. Y me muero por decirle que la amo. Que la amé tantos años. Y me muero por tomarla en mis brazos. Y sentir su espalda mojada. Y besarla largamente. En medio de la pista de baile. Y abrazarla hasta que seamos uno. Hasta que la ropa moleste. Y los cuerpos. Y su amiga le pide que la acompañe al baño. Me deja con sus amigos. Me voy a buscar otra cerveza. Un cigarrillo en el patio. El aire es fresco. La busco de nuevo. No está. Vuelvo al patio. La busco de nuevo. Está bailando con un amigo. O eso quiero creer. Yo bailo con una de sus amigas. Es divertida. Es linda. Pero no me gusta. Suda mares. Eso no me molesta. Sólo quiero el sudor de ella. Ella baila románticamente con otro amigo. O eso quiero creer. Quisiera ser él. Lo envidio. Termina la noche. Estoy rendido. Ella me invita a la casa de otro amigo. Me faltan esperanzas. Pero le digo que sí. En el camino charlo un poco con el amigo que bailó primero con ella. Es un buen tipo. Está borracho. Pero es gracioso. Lo envidio. No soy interesante como él. No soy gracioso como él. Llegamos a la casa del amigo. Ya no puedo competir. Me rindo. Nunca podría poseerla. Es demasiado para mí. Soy aburrido. Soy demasiado callado. No soy gracioso en público. Ella se merece algo mejor. Como el buen tipo de su amigo. El borracho. Cruza unos comentarios con ella. Hay algo. Se nota. No puedo contra eso. No puedo contra nada. Me despido de ella. Me da un beso en la mejilla. Me voy rendido. Ella no es para mí.

Ninguna lo es.

martes, 29 de noviembre de 2011

Esperarla

Todo vuelve.

Tengo que dejar de esperarla. Tengo que abandonar la idea de que abra el portón y me sorprenda por la espalda cada vez que salgo al patio a ver las estrellas. Como lo hacía con ella.

Tengo que dejar de esperarla. Y que me diga que todo está bien. Que nada pasó. Que seguimos siendo los mismos de antes. Que todo fue un mal sueño.

Tengo que dejar de esperarla. Y esperar que sus dedos se mezclen con los míos y su cuerpo se cubra con el mío.

Tengo que dejar de esperarla. Y que su tiempo se funda con el mío. Y que juntos lleguemos a ver los veranos y los inviernos que nos quedan. Y que sus hijos sean míos. Y que mis nietos sean suyos también.

Tengo que dejar de esperarla. Y que la muerte la sorprenda primero a ella. Para no verla sufrir más de lo que ya la he visto sufrir. Por mi culpa. Y para sufrir amargamente su ausencia. Como la sufro ahora.

Tengo que dejar de esperarla. Y que mi fin llegue y que me vaya con el recuerdo del brillo de sus ojos.

Tengo que dejar de esperarla. Y que el tiempo consuma las cosas. Y que el Sol termine devorando a la Tierra. Y que el espacio se derrumbe sobre sí mismo. Y que todo vuelva al principio.

Tengo que dejar de esperarla. Y que el Universo explote de nuevo. Y que millones de estrellas broten de la nada misma. Y nuevos soles. Y nuevos planetas. Y nueva vida. Y vos. Y yo. Bajo un cielo de estrellas nuevas esperando que abras el portón para sorprenderme por la espalda.

sábado, 8 de octubre de 2011

La Iglesia Católica Argentina

"En algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la Infantería de Marina detuvo, en el barrio del Bajo Flores, al presbítero Orlando Iorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de "desaparecido". Una semana antes de la detención, el Arzobispo Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Iorio en su cautividad, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuíta Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él. Sin duda los militares habían advertido a ambos de su supuesta peligrosidad."

Mignone, Emilio (1999). Iglesia y dictadura. El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires. p. 146.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Candela

Hoy he perdido la poca esperanza en la humanidad que me quedaba. No se me caería una puta lágrima si hoy desapareciera la raza humana de la faz de la tierra.

Porque no puedo entender cómo una persona puede golpear, asfixiar, desfigurar y asesinar a una nena de 11 años.

Porque no puedo entender cómo un Estado no puede hacer lo suficiente para evitar el sufrimiento y la desaparición de una pendeja divina a la que le quedaba toda una vida por delante.

Porque no puedo entender cómo alguien puede aprovecharse política o ideológicamente de una muerte tan trágica y exhibir el cuerpo de una nena como un trofeo de guerra.

Porque no puedo entender cómo, si se confirma la hipótesis de un ajuste de cuentas, un padre puede hipotecar la vida de su hija por dinero y no colaborar para evitar semejante desenlace.

Porque no puedo entender cómo una sociedad puede crear monstruos que se alimenten de la muerte y el terror de vidas inocentes para después hacerse la desentendida mientras agita las banderas de la muerte.

Porque no puedo entender cómo yo puedo ser tan hipócrita y dejarme inundar por el dolor de una muerte ajena e hipermediatizada cuando hay miles de niños que no me importan por que no aparecen en televisión.

No, hoy no puedo entender nada. Y es por eso que creo que lo mejor que puedo hacer es llamarme al silencio.

jueves, 11 de agosto de 2011

Voto por la Ley de Servicios Audiovisuales

Vengo a cuidar mi quintita.

De un tiempo a esta parte dejé de juzgar los criterios de votación ajenos. ¿Por qué mis criterios deberían ser mejores que los de los demás? No me gusta la idea de que mi voto esté más "calificado" que el resto por alguna determinada razón. Creo que todas las razones por las que una persona elige a un candidato y/o partido político son válidas.

Bueno, desde que empecé a votar, mi criterio fue el de gratitud. No es el mejor ni el peor, sólo es un criterio. Provengo de una familia de tradición radical que ha trabajado mucho en política y que, en algunas épocas, ha trabajado (y comido) gracias a la política. Mi vieja sigue trabajando en política y eso le da grandes satisfacciones. La hace feliz. ¿Qué más puede pedir un hijo? En efecto, sentía que le debía un poco de gratitud a la Unión Cívica Radical. Y votaba en consecuencia. No se debe morder la mano que te dio de comer, ¿no? Sin embargo, nunca fui radical. Estoy afiliado, sí, para hacerla feliz a mi vieja, pero nunca milité ni me sentí "identificado" con el partido. Es más, cada vez me siento más alejado, por lo menos, de la dirigencia del partido.

Ahora se acercan las elecciones primarias de agosto. Unas elecciones que parecen no ser más que una gran "boca de urna de octubre", como dijo un amigo. Unas elecciones que parecen no cambiar nada. Como un gran pedido de avales de los partidos políticos en el que la Unión Cívica Radical no "necesita" mi voto porque estoy seguro que tiene los suficientes. No, vieja, no voy a votar por gratitud.

Esta vez voy a votar por continuidad. Tampoco creo que sea un mejor criterio, no. Es sólo otro.

No voy a votar por convicción a un gran sistema de ideas o a un gran partido político. No. Sólo voy a apoyar a aquel partido (si se le puede llamar así) que me garantiza la continuidad de la Ley de Servicios Audiovisuales. Y la continuidad hasta las últimas consecuencias, porque una ley de naturaleza democrática como ésta tiene que ir hasta el hueso. No dar concesiones de ningun tipo. Porque no se deben ceder los espacios ganados. A nadie.

Voy a votar por la continuidad de la Ley de Servicios Audiovisuales porque es una ley que propone democratizar total y absolutamente el sistema de medios de comunicación en Argentina; porque es una ley que piensa la comunicación social como un bien público y no como un negocio privado; porque es una ley que reconoce e incluye a los grupos sociales olvidados por las empresas de comunicación masiva; porque es una ley que nos permitirá tener una televisión más diversa y, por lo tanto, mejor; porque es una ley que propicia la creación de empleos en el campo comunicacional; y, por sobre todo, porque es una ley forjada en las universidades públicas nacionales y cuyos resultados benefician ampliamente al campo universitario argentino, campo del que me siento parte.

Por eso, no voy a votar a ningun partido que no me garantice la profunda y completa aplicación de la Ley de Servicios Audiovisuales. Por eso, no voy a votar a la Unión Cívica Radical. Ahora, no.

Voy a votar por la continuidad.

Después, en octubre, veremos.

sábado, 30 de julio de 2011

La muerte del amor

Quizás sea una segunda invocación.

Creo que la idea que tenía del amor ha madurado, y ha madurado tanto que cayó del árbol y se pudrió.

Hace tiempo había abandonado la idea del amor visceral, inocente y eterno de los adolescentes, y lo había reemplazado por un amor más racional, más humano, al fin, más "adulto". Un fracaso total. No pude decirle al corazón qué hacer y cómo actuar, si es que existe algo que pueda llamarse "corazón", claro. O le pude decir, pero no aceptó la orden y nos peleamos, nos distanciamos, al punto de volvernos unos completos desconocidos.

Creo que el amor murió aquel día que entré en el mercado de vanidades. Bah, yo lo maté, porque yo quise entrar. Ese día, también, murió la poca inocencia que quedaba en mí. Desde entonces, el amor se convirtió en una excusa para tener sexo. Pero no una excusa personal, sino la gran excusa de la humanidad para hacer soportable y medianamente humano un acto animal.

Extraño el amor. En realidad, extraño "enamorarme". Extraño tener ganas de ver a una chica y querer abrazarla. Y querer besarla. Y querer tenerla toda la noche entre mis brazos. Creo que para lo único que sirvo es para "enamorarme". Esas pocas semanas de pasión y locura. Pero también sé que eso dura poco y después aburro y me aburro.

Ya está. Murió. Tengo que aceptarlo. No quiero vivir con la fantasía de la "mujer destinada a mí". Tal mujer no existe. Tampoco quiero ser pesimista y pensar que voy a morir solo, aunque sería lo justo por haber perdido la esperanza en el amor. No. No voy a morir solo. Seguramente voy a encontrar una buena mujer que me haga feliz y me aguante. Y espero que me quiera y me ame a su manera. Pero yo sé que, por mucho que la quiera, yo no voy a amarla. Porque maté el amor. Voy a hacer todo lo posible por hacerla feliz. Sí. Pero no porque la ame, sino por devolución de favores, por hacerme feliz. Tampoco pienso que sea triste el destino de la mujer que comparta mi vida sin ser amada. Hay destinos más oscuros.

Esta noche, entierro el amor en lo más profundo del olvido y me dedico a vivir sin esperanzas. No se preocupen. No veo este ritual como un negro final, sino como una etapa superadora, una etapa necesaria de maduración. Al final, de eso se trata, de madurar. Creo.

jueves, 28 de julio de 2011

La democracia y los muertos

"Sigo siendo el demócrata de entonces. Ya sin chinches ni piojos ni pulgas; ya sin ratones que me caminen por la cara; ya sin hambre y hasta sin apetito y con mucho tabaco, pero sigo siendo el demócrata de entonces, y no diré sobre nuestro Lager ninguna palabra que no esté aprobada por los del Lager. Por los vivos y por los muertos. Porque en la verdadera democracia es necesario tener en cuenta también a los Muertos."

"Prólogo a un diario clandestino", Giovanni Guareschi, diciembre de 1949.
http://orsai.es/blog/n3/guareschi/

viernes, 6 de mayo de 2011

Tu cabeza está llena de ratas.

No es nada personal.

Vamos. No hace falta ser un maldito genio para darse cuenta de tu xenofobia y de la xenofobia en la ciudad. Mi ciudad. Ciudad que amo tanto, pero que, de vez en cuando, demuestra lo peor de sí. Como ésta.

No me vengás con eso de que "no es un presidente argentino", porque no te lo creés ni vos. O quizás sí. Porque yo sé que mi cabeza está llena de ratas. Y sé de qué color son. Y sé de dónde salieron y hacia donde van. Pero vos ¿lo sabés? ¿Sabés cuándo se te metieron las ratas? ¿Sabés quién te las metió?

Porque (ok, lo acepto) yo peco de soberbio. De superado. De tipo que puede criticar a todos y criticarse a sí mismo sin compasión. Pero vos ¿lo hiciste alguna vez? ¿Siquiera sabés de lo que estás hablando? ¿O repetís lo que ves en la tele, escuchás en la radio o te cuenta tu vieja?

Ojo, no creo que pensar diferente a mí esté mal. No. Lo que me molesta es que tengas una postura que NO podés argumentar. Es como que alguien cortó y pegó en vos lo que pensaba. ¿Y sabés porqué no podés argumentar? Porque no hay argumentos, en el fondo sólo hay xenofobia y racismo.

El problema no es que "sea un presidente de otro país" porque ni siquiera te importa el propio. ¿O me vas a decir que no te molestaste cuando le pusieron el nombre de la Presidenta al parquesito? ¿O cuando colocaron el cartel del ex-presidente en la entrada del Dakar? No. El problema es que es el presidente de Bolivia, un boliviano. ¡Y para colmo es indígena! ¡Y la estatua de un indio boliviano en Argentina, a la vuelta de tu casa, es inconcebible!

Por que los argentinos somos mejores personas que los bolivianos. ¡Somos hijos de europeos, joder! Por eso nos enorgullecen nuestros apellidos y no nos molesta la plazoleta San Marino. Y no nos importa que nuestros padres y abuelos hayan venido de las regiones más pobres de Europa. Aun siendo campesinos son mejores que estos indios latinoamericanos que vienen a robarnos el trabajo, vienen a vivir del Estado y (¡para colmo!) ponen una estatua de SU presidente en MI Argentina.

¿Porqué de pronto te brota el nacionalismo? Bah, si podemos llamarle nacionalismo a esa xenofobia que se olvida incluso del Preámbulo de la Constitución. Ese mismo nacionalismo que mira la boda de un zángano anacrónico de un Estado que nos robó unas islas.

No, no te brota el nacionalismo. Te brota el racismo. La xenofobia por un hermano, en definitiva. Un hermano con quien compartimos una cultura (obviamente esto también olvidamos): las comidas, la música, la lengua, los paisajes, hasta la historia. Pero, claro, eso vos no lo sabés y quizás ni te importe. Porque la única historia que conocés es la que cuenta la gente del Norte. Porque te gusta mirar hacia el Norte, ese mismo Norte que nos trata como vos lo tratás a los bolivianos.

No sé, pensálo. Lo único que nos separa es una línea, imaginaria, que otros han puesto y que vos insistís en remarcar. Esos otros que te llenaron la cabeza de ratas, te cuento.