martes, 31 de enero de 2017

Esa noche

Puede que me des el trago más amargo de tu copa de adiós,
pero llévate tu lástima de mi callejón, porque al olvido invito yo

Esa noche no me fui.

Cuando me dijiste que no me querías más o que termináramos lo nuestro, no me fui. No agarré la bicicleta, ni atravesé el pasillo. Tampoco nos despedimos en el cordón, con la bicicleta entre los dos, mientras me decías que tenías miedo de la decisión que tomaste.

Esa noche no me fui.

Ni te odié por no quererme. Tampoco me propuse olvidarte como la peor venganza. Ni te fui olvidando, poco a poco, con recaídas, con errores, con otras personas. Tampoco esperaba que volvieras, arrepentida, todas las noches, mientras hacía lo imposible por olvidarte.

Esa noche no me fui.

Ni me di cuenta, un día, lo que fuiste en mi vida. Tampoco valoré el cariño que me diste. Ni te dejé de odiar para empezar a quererte y recordarte como te merecés. Tampoco me prometí no molestarte ni seguí con mi vida como quería que vos hicieras con la tuya.

Esa noche no me fui.

Me quedé y me seguiste queriendo a desgano. Por la inercia de los años o por lástima. Y yo seguí siendo un pobre tipo que no te merecía. Que no te valoraba. Que te hundía en una triste relación. Que te avergonzaba. Que no te ofrecía ningún tipo de futuro.

No, esa noche no me fui.

Todavía espero que me digas que me quede, mientras estamos parados en el cordón con la bicicleta entre los dos.