jueves, 27 de mayo de 2010

Bicentenario made in Argentina

Fui feliz. Durante un fin de semana muy largo (por suerte) me sentí profundamente orgulloso de ser argentino.

Ya he escuchado muchas críticas por la Fiesta del Bicentenario. Que los argentinos* nos conformamos con poco, sólo una banderita y un sentimiento de pertenencia prefabricados. Que no se puede festejar cuando hay miles, millones con hambre en esta tierra. Que los argentinos nos acordamos de la bandera en las fechas patrias y en los partidos de la selección (que casualmente jugó este fin de semana). Que la Fiesta no fue federal y que se concentró en la ciudad capital de nuestro país. Que la Fiesta costó un montón de plata, etc, etc, etc...

Seguramente el oficialismo errará en su análisis y pensará que la Fiesta es una muestra del apoyo del pueblo a su gestión. Y por este mismo error, la oposición y los "grandes medios" le restarán importancia a la Fiesta, la bastardearán y la ningunearán. Y entonces, la disputa se concentrará en el número de personas que asistió, en la adjudicación partidista y en la despolitización de la fiesta. Cosas que, en realidad, no importan.

Y es que la Fiesta del Bicentenario fue, ni más ni menos, que una fiesta y hay que entenderla en ese sentido. Ni un gobierno, ni un partido, ni la oposición, ni los medios, ni una persona, ni una ciudad, ni una provincia (y me atrevería a decir que ni una nación) pueden adjudicarse la propiedad de una fiesta, de la alegría que pertenece a todo un pueblo. Simplemente, fue una celebración, un momento de alegría entre tantos dramas cotidianos (reales o ficticios). Y es que los argentinos nos merecíamos una Fiesta como ésta, quizás NO por mérito propio, o quizás porque nos hicieron pensar que no merecíamos nada bueno, sino porque vivimos en un país que varias veces se derrumbó... O lo derrumbaron. Y que ahora parece (o nos quieren hacer creer) que se está derrumbando.

La Fiesta del Bicentenario fue una fiesta democrática y popular. Fue todo aquello que parecía que habíamos perdido en la última dictadura. Fue todo aquello que los grupos más reaccionarios y apolillados (o quizás no tanto) de nuestra sociedad creían que habían hecho desaparecer. Fue la resurrección del pueblo, de la masa, de la ciudadanía, en la "plaza", en el espacio público, en la 9 de Julio. Fue la fiesta de la comunión y la pertenencia del pueblo argentino.

Si durante la semana la Presidenta se peleó con el Jefe de Gobierno porteño por la fiesta del Colón, no importa. Si ella bailó bien o mal al paso del desfile, tampoco. Si algunos políticos con pocos dedos de frente no entendieron las alegorías de las carrozas, no viene al caso. Si después se hicieron montajes pseudo-patrióticos de cuarta en los espacios privados de los canales de televisión, es intrascendente.

Lo importante es que el pueblo festejó libremente y fue feliz. Y con él, yo también.

* Con "argentinos" me refiero al habitante de esta hermosa tierra, tanto al nativo como al extrajero (sabiendo que, en realidad, todos somos extrajeros).

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