viernes, 16 de diciembre de 2011

Ella

Yo te prefiero fuera de foco, inalcanzable.

El mensaje. La hora. Tardísimo. La ropa. El camino. La plata. Los guardias. Las luces. La música a todo volumen. Indescifrable. La búsqueda. La cerveza. Un amigo. Un conocido en realidad. Y ella cerca. Me mira. La miro. Me saluda. La felicito por su cumpleaños. Me da un beso en la mejilla. En el beso le toco delicadamente la espalda. Está toda sudada. Hace calor. Bailamos. Cantamos, aunque no conozco la mayoría de las letras. No tomé lo suficiente. Estoy muy callado y rígido. Charlamos lo que la música a todo volumen permite. Odio la situación. No estoy cómodo. Ella intenta divertirme. Yo me pierdo en sus ojos. Esos ojos que me enamoraron tiempo atrás. Ojos que encontré en un colectivo. Ambos éramos más jóvenes. Su juventud me flechó. Y sus ojos. Que buscaba en todos los viajes. Y los encontraba. Y me encontraban. Y un día se sentaron a mi lado. Y mi corazón no paraba de latir. Y yo no paraba de mirarla para ver si me estaba observando. Y me miraba. Y yo volvía a la música en mis oídos. No tenía valor para hablarle. Nunca tuve. La música brotaba de un reproductor portátil de discos compactos. Anacrónico para el momento. Persiana americana. Yo te prefiero. Fuera de foco. Inalcanzable. Y me preguntó si me gustaba Soda Stereo. Me leyó los labios. Y la saludé. Y hablamos de música. Le pregunté si estaba de novia. Me dijo que no. Yo sí lo estaba. Se terminó el viaje y la amé secretamente por años. Años negros. Y ahora la tengo adelante. Y me canta una cumbia o un cuarteto. No lo sé. Es una canción de amor. Parece. Y me mira a los ojos. Y me muero por decirle que la amo. Que la amé tantos años. Y me muero por tomarla en mis brazos. Y sentir su espalda mojada. Y besarla largamente. En medio de la pista de baile. Y abrazarla hasta que seamos uno. Hasta que la ropa moleste. Y los cuerpos. Y su amiga le pide que la acompañe al baño. Me deja con sus amigos. Me voy a buscar otra cerveza. Un cigarrillo en el patio. El aire es fresco. La busco de nuevo. No está. Vuelvo al patio. La busco de nuevo. Está bailando con un amigo. O eso quiero creer. Yo bailo con una de sus amigas. Es divertida. Es linda. Pero no me gusta. Suda mares. Eso no me molesta. Sólo quiero el sudor de ella. Ella baila románticamente con otro amigo. O eso quiero creer. Quisiera ser él. Lo envidio. Termina la noche. Estoy rendido. Ella me invita a la casa de otro amigo. Me faltan esperanzas. Pero le digo que sí. En el camino charlo un poco con el amigo que bailó primero con ella. Es un buen tipo. Está borracho. Pero es gracioso. Lo envidio. No soy interesante como él. No soy gracioso como él. Llegamos a la casa del amigo. Ya no puedo competir. Me rindo. Nunca podría poseerla. Es demasiado para mí. Soy aburrido. Soy demasiado callado. No soy gracioso en público. Ella se merece algo mejor. Como el buen tipo de su amigo. El borracho. Cruza unos comentarios con ella. Hay algo. Se nota. No puedo contra eso. No puedo contra nada. Me despido de ella. Me da un beso en la mejilla. Me voy rendido. Ella no es para mí.

Ninguna lo es.

2 comentarios:

María R. dijo...

Me encanta cómo escribís, pero sé que el final siempre es otro.

El Fado dijo...

Claaaaaro! Por eso me paso las madrugadas escribiendo en un blog.