domingo, 13 de junio de 2010

Ensayo sobre el amor Nº 1

Éste quizás sea un acto de invocación...

Bueno, en realidad, intentaré de definir lo que yo entiendo del amor. Lo numeré al ensayo porque imagino que no agotaré el tema con unas pocas líneas y con el transcurso del tiempo haré revisiones, correcciones y agregados.

Mi concepción de lo que es el amor fue mutando con el tiempo. En la infancia, el amor era un inocente juego de miradas y sonrisas. No lo tenía muy racionalizado, era más que nada un sentimiento visceral: ese cosquilleo en la panza, la presión en el pecho, la cabeza que giraba. El amor era simple: una nena me gustaba porque me resultaba linda, porque me sonreía en los recreos o porque habíamos cruzado miradas alguna vez. No me hacía falta sentir que la poseía, ni siquiera hablar con ella. Con el sentimiento, platónico, me bastaba para ser feliz. Y debo confesar que tuve muy pocos de estos amores platónicos infantiles ya que me duraban años.

Al entrar a la secundaria, empecé a racionalizar lo que era el amor para mí. Eran épocas de mucha música romántica: Arjona, Lerner, Montaner, Sanz... Concebía el amor como el de las películas: trágico en su búsqueda y feliz en su encuentro, predestinado y eterno. Si bien, mantenía mucho del amor platónico de la infancia (la poca necesidad del objeto del deseo y los juegos de miradas y sonrisas), empezaba a entender que no todo era color de rosas ni inocente. Y tuve mis primeros desencantos amorosos. Pero seguí albergando la esperanza de encontrar a esa mujer, la destinada a compartir mi vida.

Fue en la universidad donde quemé naves y adopté una visión muy pesimista y extremadamente racional del amor. Basado en el Materialismo Histórico, la Psicología Social y la Sociología de los Campos, llegué a la concepción que poseo en la actualidad: el amor es una construcción social. ¿Qué quiero decir con esto? Que el amor no existe naturalmente, es un invento del hombre para hacer más soportable la necesidad básica del sexo. O en su defecto, para otorgarle cierta humanidad a la reproducción sexual. Pero cuidado, no digo que sea una mentira o un montaje. Es cierto que este invento, con el transcurso del tiempo, fue mutando, y terminó convirtiéndose en un sentimiento genuino y espontáneo como resultado de su difusión y reproducción social. La desmistificación del amor, predestinado y eterno, devenía en algo mecánico, transitorio, desesperanzador, oscuro y falto de magia. No había una mujer sino millones. El amor se convertía en una moneda en un mercado cualquiera.

Lamentablemente, llegar a esta conclusión no supuso la resolución de mi vida amorosa. Todo lo contrario, vino a complicarla más, ya que mientras criticaba "mis sentimientos", no podía evitar lo que sentía (y aun no puedo hacerlo).

Pero no está en mi naturaleza vivir en el pesimismo y la oscuridad, por lo que me permití una variación en esta concepción: la elección, una idea poderosa. Entonces, el amor recuperó su magia: uno puede elegir que el amor sea "eterno", que dure mientras uno vive sobre esta tierra, que una mujer entre millones sea "la mujer". No crean que soy ingenuo, es cierto que estas elecciones no son absolutamente racionales/objetivas, que hay mucho de visceral/subjetivo en la elección. Pero la elección nos da la esperanza de un amor permanente, esperanzador, brillante y mágico.

Y entre tanto pesimismo, yo todavía elijo amar.