miércoles, 14 de abril de 2010

La suerte está echada...

Sufro de un gran defecto que, de alguna extraña manera, me hace feliz. Creo en el Destino.
Me reconforta la idea de que está todo escrito... Bah, no TODO está escrito. En realidad, mi idea del Destino es un tanto más flexible que la idea generalizada. No se trataría de un bloque de piedra escrito con fuego (y por lo tanto inmodificable), sino más bien como un árbol que va ramificándose de acuerdo a ciertas decisiones que tomamos. Me gusta esa metáfora.
Y es que mi Destino está escrito pero en forma de multiple-choice. Hay cosas que no podemos elegir, como el lugar y el tiempo en el que nacemos y el momento en el que nos vamos. Éstas y otras cosas sobre la que no podemos elegir, están escritas por el Destino. Después, están las elecciones propias y ajenas que le dan forma a nuestro Destino, a nuestra vida en fin.
Y ustedes se preguntarán, ¿qué puede tener de reconfortante esta idea de Destino? Simplemente, porque las ramas de mi metáfora (como las de cualquier árbol) llegan al cielo. Está bien, no me refiero al cielo como el paraíso cristiano, ni nada por el estilo. Me refiero al cielo como un lugar "mejor", como aquello a lo que estamos destinados a alcanzar y que, por lo tanto, debe ser la superación, el climáx, el punto más perfecto de nuestra existencia.
Es por eso que el Destino es brillante para mí. Y por eso creo en él.

domingo, 11 de abril de 2010

La presentación de la persona en la vida cotidiana

Alguna vez leí a Erving Goffman. No recuerdo muy bien para qué, ni qué era lo que el tipo intentaba explicar. Lo único que me quedó de este autor es la idea de que interpretamos papeles en nuestra vida cotidiana. Y me pareció (y me sigue pareciendo) terriblemente cierto.
Uno no es uno mismo todo el tiempo. Interpretamos infinidad de papeles o roles, tantos como vínculos sociales tenemos. Con nuestros padres somos los hijos que ellos tanto desean o todo lo contrario. Con nuestras parejas somos (o deseamos ser) todo lo que ellas quieren. Con nuestros amigos somos aquellas personas que los hacen reír y les dan un consejo cuando lo necesitan. En nuestros trabajos, con nuestros superiores tratamos de ser eficaces y sobresalientes...
Pero el papel más interesante que uno interpreta se presenta cuando uno está solo con uno mismo. Y es que quizás, este es el único momento en el que no interpretamos ningun papel sino que somos realmente lo que somos, plenamente. Porque, si bien nuestros alter-egos siempre están juzgándonos y/o justificándonos, no nos guardamos nada para con nosotros mismos. Todo aquello que ocultamos a nuestros vínculos sociales, por miedo a la exposición y/o al rechazo, lo disfrutamos en la segura intimidad de nuestras cabezas: nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestras fantasías, nuestros miedos, nuestros odios, nuestros amores...
Y creo que es aquélla persona íntima e inalcanzable la que se disuelve, se ramifica y se proyecta en cada uno de los papeles que interpretamos frente y para a los otros. Porque compartimos nuestros miedos con ciertas personas, no con todas. Lo mismo sucede con nuestros odios y amores.
Y porque estoy seguro que el que escribe esto no soy yo plenamente, ni aquello que estoy escribiendo está dirigido a todo el mundo. Si no a vos.

jueves, 1 de abril de 2010

El Tiempo

Hubo un tiempo en que (no, no voy a seguir con la letra de la canción) andaba en busca de "algo" en que creer. Mi religión no me satisfacía espiritualmente hablando. Lo siento por los que creen, pero la devoción por figuras de yeso y la absoluta falta de cuestionamientos al gran bestseller de la historia de la humanidad, la Biblia, iban en contra de mis incipientes y rebeldes pensamientos.
La cuestión es que siempre creí en un ente superior, algo que se nos escapa de nuestras minúsculas e intrascendentes vidas, quizás por la humana necesidad de culpar a alguien por las propias desgracias en el destino. Mi idea de Dios, es algo inmenso, infinito, eterno, omnipresente, pero no bueno como lo describen las religiones, si no indiferente con todo lo que existe. El gran creador y destructor de todo lo que puede existir.
Por mis constantes guiños con las grandes ciencias, las ciencias duras y exactas, caí en la cuenta que el Tiempo respondía a todas las caraterísticas de mi idea de Dios. Está bien, muchos cerebritos me dirán "pero si el tiempo y el espacio son dos caras de una misma moneda" y tienen razón. Pero hay algo en mis reflexiones que me llevan a pensar que, si bien ambos son lo mismo, el Tiempo es anterior al Espacio y seguirá existiendo aun cuando el segundo desaparezca.
Dejando de lado la física básica y volviendo al Tiempo, éste lograba representar todo lo que yo quería en un Dios. Existe por lo menos desde el inicio del universo y se irá con él o quizás después de él. Está en todos lados y aun cuando no lo veamos, sentimos su presencia. Los relojes son para mí las cruces de los cristianos. Es el creador y destructor de todo lo que ha visto la humanidad y todo ser en este universo. Y además, es exquisitamente indiferente. El Tiempo corre y no le importa si es que lo acompañamos o nos quedamos en el camino. Él corre.
Por último, hay una frase que me gusta utilizar en tiempos contradictorios: "el Tiempo dirá la verdad"... y la dirá porque Dios es la única verdad.

Manifiesto optimista de la intrascendente existencia

Mi vida, como supongo la de ustedes, se rige por una serie de principios básicos.
Una de ellos es el que me permite ser optimista en todo momento: "No soy nada y nada importo. Si hoy dejo de existir, el universo será el mismo".
Antes de seguir, debo admitir que poseo el grave defecto y la gran virtud de poseer solamente una perspectiva muy amplia, muy global, casi universal. Las pequeñas cosas me hacen feliz y me divierten, pero suelo ver al mundo con los ojos de la totalidad de la existencia. Y seamos sinceros, nuestro pequeño planeta no importa en la infinitud de nuestro universo.
Bueno, basado en esta perspectiva total, mi principio que puede sonar nefasto y pesimista (e inclusive puede llegar a funcionar de esa manera), es todo lo contrario. No importamos. Si morimos hoy, no cambia nada, todo sigue igual. Si hoy me cae un piano en la cabeza, mañana me llorarán mis familiares y amigos (quizás) pero en el contexto de mi ciudad y/o provincia apenas habré transitado por la vida de un grupo de gente. Ni pensarlo a nivel nacional, internacional... universal. Ninguna estrella estallará por mi muerte.
Si no somos nada, nuestras acciones tampoco cambiarán el destino del universo... Entonces, porqué no hacer lo que tenemos ganas? porqué no ser lo que queremos? por el "qué dirán"? Si esas personas que hablan de nosotros en 100 años no importarán! Ni nosotros ni lo que habremos hecho!
Por eso, si al universo no le importo, a mí sí. Yo soy mi universo y a mí (y sólo a mí) le debe importar lo que hago. Y es por eso que voy a hacer todo lo que quiera, sienta y piensa hasta que mi universo se extinga.
Y lo voy a hacer porque el universo seguirá siendo el mismo.